Pobre Arriero caminante
por doquier, arrea sus mulas
muchas veces
desconsolado
y trémulo
por que alguien
truncó al Vagante.
Buscando siempre la suerte
tras las jornadas
avanzadas
cruza ríos y laderas
preso de tantos
desdenes.
Y casi inerte
llega a las selvas
vírgenes
donde el follaje de las ramas
acaricia su frente madura
de pelos, y barba
canosa
mojando, el rocío de orígenes.
Avanza,como aquel
madrigal
con la racha atormentada
ninguna luz alumbra
el espíritu, desconsolado
abriendo
la brecha del corazón
vacilante
Tétrico
cabizbajo.
Las selvas
no siendo gratas
sigue errante
caminando
y esta vez
se dirige
hacia la meseta
Altiplánica.
Susurrando
entre, sus labios
y exclama, a la Pacha Mama
Pacha-Tata
porque guíe
sus pasos lentos
hacia lo pirámide
de piedras sueltas
que todo pasajero
coloca
una, tras otra
como reseña
de la buena suerte
y se llama Apacheta
Cruz-pata.
De pronto, se escucha
un lamento
Es el Indio aymara
en su jornada
que toca,
su pinquillo
deformada
las melodías
brotadas
de su Alma.
Es el recuerdo
de antaño
varios siglos
de mutismo
y desechada.
El Esclavo de ayer
sin fe, ni esperanzas
hoy pone esfuerzo
a su vida
de montaña.
Recobrando
su vida mítica
con brío y coraje
piensa
que ya había
trocado
en el amanecer simbólico
un sendero mejor.
Y su mirada
en el horizonte
hoy sintiéndose
humano.
Tras los pasos del arriero
como voces anecdóticas
callad el gemido
y el dolor.
Es mudo
y yerto
el temor
como el granito
que marca
vida del alma guerrero.
La sed que mitiga
al sediento
es andar
con Cautela
recibiendo, bendiciones
y dar de comer
al hambriento
son estelas diseñadas
en patética vida
frente al féretro
ardiente
todavía reluciente.